En todos nuestros proyectos nos enfrentamos a todo tipo de riesgos que deben ser gestionado adecuadamente. Tras años de experiencias en todo tipo de proyecto hemos realizado un análisis sintético de nuestras actuaciones. El resultado de este análisis son las claves para una gestión de riesgos coherente y que deseamos compartir.
¿Qué es la distribución de riesgos?
La distribución de riesgos es asignar la responsabilidad de un riesgo a unas de las partes que participan en un contrato. Esto significa que, con la asignación de un riesgo a unas de las partes del un acuerdo, esa parte, desde la perspectiva de las otras, es la responsable de gestionar el riesgo. Además, en el acuerdo, se considera que esa parte debe asumir las consecuencias en caso de que el riesgo previsto, sin embargo, realmente ocurra.
Bajo la gestión del riesgo entendemos: planificar todo tipos de actuaciones y llevarlas a cabo con el fin de evitar que el riesgo ocurra y, en caso de que ocurra, que los efectos negativos del mismo sean evitados o minimizados.
Mediante la asignación de riesgos se consigue, en gran medida, que el contrato entre cliente y la parte ejecutora del proyecto sea determinado. Aparte de la distribución de responsabilidades y el precio, la distribución de riesgos es la variable más dominante en un contrato. Determina, en gran medida, hasta qué punto la parte ejecutora está capacitada para llegar al resultado deseado y al mismo tiempo que el proyecto de ejecución (o de consultoría) sea rentable para esta parte. Por otro lado, la distribución de la asignación de riesgos, hace visible hasta qué punto el Cliente puede ser confrontado a contratiempos en el desarrollo del proyecto.
El objetivo de la asignación de riesgos
Con la asignación de riesgos se pretende distribuir tanto las responsabilidades de los riesgos como las consecuencias de tal forma que el valor total del resultado final y el valor del proyecto para la parte ejecutora sea lo más alto posible. Este valor no necesariamente es un valor financiero. También es importante, por ejemplo, la imagen interna del departamento del Cliente, la capacidad de prevenir los daños en proyecto corporativos o estratégicos, etc. Para conseguir este objetivo es muy importante hacer la distribución de la gestión de los riesgos a las partes que mejor estén preparado y capacitados para cada uno de los riesgos detectados.
¿El 100% de los riesgos para el cliente?
Algunos riesgos pueden ser transferido por el clientes, pero deben ser consciente que las consecuencias pueden ser negativas para el cliente de forma indirecta, al margen del contrato.
En muchos casos, no obstante, puede ser útil que el contratista administre esos riesgos. En ese caso, sin embargo, el cliente debe darse cuenta de que todavía hay un riesgo residual para él que también requiere control.
La forma en que se asignan los riesgos puede, por lo tanto, tener una gran influencia en la capacidad de las partes para hacer que un proyecto sea un éxito, así como para obtener un rendimiento razonable o crear valor. Incluso con una distribución de riesgos aparentemente razonable, inesperadamente puede resultar desfavorable de tal manera que sea un problema para el contratista. Esto nunca puede ser completamente prevenido. En un buen contrato, sin embargo, las actuaciones están al máximo dirigidas para reducir esta posibilidad. Esto se puede hacer asignando los riesgos de tal manera que el control se lleve a cabo por la parte que mejor pueda hacer esto.
¿Cómo llegar a una buena distribución de riesgos?
Para una buena distribución de la asignación de los riesgos siempre es importante elaborar el registro actual de riesgos que debe incluir también todos los riesgos existentes en el proyecto. A partir de este punto, la distribución de los riesgos registrados puede ser como la que esta determinada en la estrategia de contratación, el punto de partida para el desarrollo del proyecto.
La norma es: el riesgo está alineado con la responsabilidad. Con esto ya se han distribuido la mayoría de los riesgos. Para los riesgos restantes se deben analizar uno por uno con el fin de detectar que parte es la que está mejor preparada para su gestión. El objetivo de elegir la parte para hacerse con la gestión se puede enumerar en los siguiente puntos.
- ¿Quien tiene más capacidad para influir en las oportunidades de que un riesgo ocurra?
- ¿Quien está más capacitado de administrar las consecuencias?
- ¿Quien tiene más experiencia para evaluar y estimar el riesgo?
- ¿Quien está capacitado para soportar las consecuencias?
- ¿Quien tiene la motivación para gestionar el riesgo?
De estos cinco factores, los primeros dos ,en la práctica, son lo más importantes; influencia y capacidad de administración o gestión. Los otros tres se pueden considerar como actuaciones de control.